Ser universitario es algo más que comenzar estudios superiores. Es comenzar otra etapa, una en donde los chicos y las chicas, ya mayores de edad, han decidido sus estudios en función del futuro que esperan conseguir; y se supone que estudian siguiendo una vocación, una decisión madura que les abre puertas en determinadas direcciones, puede que la primera de las muchas que tendrán que tomar a partir de ahora. Y a partir de eso, se puede decir que ser un universitario es casi un estilo de vida, que con pocas diferencias, es bastante similar en la gran mayoría de los países del primer mundo.
Es por eso que surgen numerosos estudios sociológicos sobre este colectivo, intentando comprender qué mueve a tantos millones de personas en la misma dirección, con los únicos puntos en común de la edad y su condición de estudiantes. Uno de los que suele repetirse de forma cíclica y permanente es el del comportamiento sexual y erotismo en universitarios; son un grupo de edad claramente influenciados por los instintos sexuales, que además se encuentran en pleno estado de experimentación, esperando llegar a la edad adulta con los conocimientos de sexo adquiridos en función de sus gustos y capacidades. Y a veces, lo más interesante del estudio es comprobar si se producen cambio con el paso del tiempo, o en realidad siguen pecando de lo mismo en las mismas situaciones.
No parece que haya muchas diferencias, a tenor de los resultados de estos últimos estudios. Parece que la vida universitaria, en síntesis, no cambia demasiado, a pesar de los avances esperados en tecnologías, didáctica y métodos de enseñanzas; pero el espíritu es idéntico al de generaciones pasadas. Parece que para estos estudiantes de grados superiores, el sexo en la universidad es casi una institución, y una que no quieren cambiar, siempre con los mismos tópicos. Quizá sea porque la gran mayoría de la población masculina de universitario son consumidores de porno con jovencitas, que presentan a chicas universitarias siempre con los mismos perfiles: viciosas, calientes, pensando en tirarse a cuantos más tíos mejor, explorar el sexo lésbico por lo que pueda pasar, y dispuestas a sacar las mejores notas seduciendo a su profesor, si puede ser.
Sí, unas auténticas guarrillas, rodeadas de chicos de su edad que no le van a la saga y que adoran su forma de ser. Sin embargo, los estudios demuestras que estos compartimientos sexuales son aún más exagerados en ellos que en ellas, a saber: los universitarios son felices llevando un número de tías con las que han practica sexo, no mantenido una relación; además, son mucho más infieles que sus homólogas femeninas, y es justo en esa edad cuando empiezan a cuajar en ellos esos estereotipos de machos que después llevan a su edad adulta. Se puede decir que el carácter de estos chicos en cuanto al sexo se desarrolla en estos años; y pocos son los que no se dejan llevar por mitos y comportamientos de rebaño.
Sin embargo, los estudios también concluyen es que es bueno y conveniente dejar que los estudiantes universitarios se comporten como lo que son, como si fuera necesario que quemaran esa etapa de sus vidas. Parece como el último resquicio de una juventud despreocupada, cuando en pocos años lleguen al mercado laboral y a ciertas responsabilidades en su edad adulta, y ya no haya lugar para experimentos ni comprobaciones. Por esta regla de tres, se entiende que cada vez los chicos y chicas universitarias quieren alargar más sus vidas de estudiantes; no tanto por inquietud académica, sino por no querer que terminen estos años irrepetibles. De seguro que el sexo ya no vuelve a tener el sentido aventurero de esos días…